20090731

la poesía es un proyecto político-existencial


En general es mejor el silencio, en particular la voluntad es inevitable, trágica. El lenguaje vendría a ser una condena infinita y la poesía una salvación vacía pero en movimiento. Una nada acostumbrada a plegar sus bordes. Intento decir algo que cubra la cosa tal cual es, pero la insubordinación infinita de la materia se arrastra hasta el límite que separa el silencio de la acción, entre el vacío primordial y la inercia de un lenguaje gastado, estéril. Las buenas intenciones mataron la condición: la nada. Al comienzo, el vacío. Después, un después. Y atrás, un poco más atrás, vos o yo. Todo lo que sigue es abandonarse al juego verbal de las pasiones y ver qué pasa cuando haces de cuenta que todo está comenzando todo el tiempo.

Prende fuego tu casa y cruzate de brazos para ver como se quema.

La poesía es un proyecto político-existencial, una ontología de lo múltiple, de lo abierto. La verba comilona que le escribe al jurado es una caricatura de nuestra especie, algunos libros de autor ya parecen currículums vitae de nuestra incorrección política, los blogs alimentan el autobombo sentimental y las redes sociales masajean en silencio el orgullo vencido de los que andan solos: somos una tribu de nosotros mismos. Entonces, la indagación filosa, la introspección, arrimó en una pequeña tecnología de la autocompasión y la trampa de la instrumentalidad derribó las últimas guaridas que le quedaban al corazón. Ahora bien, abajo de toda esa mierda todavía golpea una marea libre de todo, porque está libre de sí misma, abandonada al reflujo lunar, atrapada en el azar y convencida de su sola existencia. Luego empezamos a respirar, y todo eso se mancha con nombres que, arrinconados en el vacío, ya son funciones del ser. El juego invencible de la claridad, la formula preciosa de lo que no existe y el exceso del signo lingüístico deberían ser el tomo uno de cualquier intento de soberanía. Derramar, derramarse, sobre lo que es siempre presente.

La política es un proyecto poético-existencial. Cuando un miembro de la comunidad cree que domina el lenguaje, le damos un par de anteojos, una pipa de porro y lo mandamos a su casa a leer. Después abrís un blog para hablar mal de la educación que te dieron tus padres y el estado, en algún momento entró la droga a jugar un mano a mano con tu cerebro; cuando te querés acordar estas comprometido con algo y un humano que no supera el metro de altura te pregunta cuántas muertes son necesarias para matar a la muerte y que el mundo vuelva a unificarse bajo la claridad del sol. Estas encandilado y las palabras se te caen de la boca: una lepra amigable y calentona que empuja al ser hasta el borde de su desaparición. Porque estamos condenados a nuestra propia trampa: la sensualidad del mundo es nuestra cruz.

La existencia es un proyecto poético-político. Cuando se extinga la última especie, se levantará la voz inverosímil de un hombre sin cuerpo, una boca profunda dorada en la sangre de todas las guerras, y dirá, y todo volverá al origen, porque origen es verbo de si, es apertura constante hacia lo que el universo acusa como propio. Aquí un hombre dice: soy.

La imagen perfecta del hombre es su propia muerte. La condena metafísica es la conciencia de si, constatar la finitud entre góndolas de supermercado, vacaciones pagas y buenos modales con la mujer de tu hermano. El único sonido real estuvo golpeando el cuero gordo desde antes de.

En una ciudad copada por especialistas en efectividad, un lugar en donde todos son una tribu de sí mismos, el marketing es la doctrina y ya nada existe al margen de su función; bajo este látigo tremendo y civilizatorio, el único combate que nos queda es la denuncia encarnada en un lenguaje verdadero, soberano; la violencia arrancada de su raíz y secada al calor de la intuición y el despojo. Este es un lugar donde las sombras de los edificios les roban calor a nuestros movimientos y marcan a su paso un sendero previsto en las disposiciones del campo, la ideología y la técnica. Es la astucia de lo que existe, la confirmación de lo que respiramos como única estrategia vital, un escape elegante para el miedo encarnado en la posibilidad, en lo abierto, lo múltiple, lo poético: la nada convertida en una pasión desgarrada por todo lo que no es.

La condición de la poesía es su tensión, su a punto de romper con todo y consigo misma. La gravedad interna en cada palabra, en cada frase: una posibilidad de ser arrancada de sí y devuelta al mundo convertida en gesto, desmesura y misterio. Derramar el yo, entregar el yo, para enterrarlo y abandonar, abandonarse.

Todo esto suena a manifiesto. Últimamente, la aserción, la voluntad de permanecer en el discurso para sobreponerse a la materia fatal del pensamiento, es un juego desesperado cuando estamos a punto de ser tragados por la historia. Por eso, en general, es mejor quedarse en silencio y mirar la fila de autos detenerse, respetuosa, frente a luces implicadas en burocracias que nos conforman. En particular, las ideas se deslizan sobre el borde quemado de una cultura institucionalizada y decadente, que, justamente, sobrevive en su caída y muestra los dientes afilados cuando nos reflejamos en ella.

En general, es mejor quedarse en silencio y escuchar las oportunidades del destino.

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3 comentarios:

carla dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Zed dijo...

Carla: ese abandonarse no es resignación ante el mundo, sino un ideal abandono del "yo", entendido como individualidad teñida y modelada necesariamente por (la experiencia dentro de) ese mundo. Se trataría de la mudanza del yo psicológico-marxista al Ser. Ahora bien, "la práctica" (esto ya lo he discutido con igmar) se enfrenta al obstáculo de que "en particular la voluntad esa inevitable, trágica". La práctica superadora puede estar en incorporarle estos problemas al proceso, en limar el yo (que, por definición, es irrenunciable) con estas piedras ásperas en forma de lenguaje. Porque la otra salida es el silencio, una huida salvífica que -en este caso- hubiese privado a la Historia de la Humanidad de un posteo de blog que quizás no registre, pero que alguien definitivamente sintió.

Anónimo dijo...

definitivamente